Creada por un inmigrante italiano en 1950, este invento argentino fue furor de ventas en la cuarentena y sigue más vigente que nunca.
Pastalinda, la maquinita a manivela para hacer pastas caseras, se inventó en suelo argento. Más precisamente fue un inmigrante italiano y en Las Heras, provincia de Buenos Aires.
La mayoría seguramente tenga recuerdos de este artefacto por alguna abuela que la usaba para hacer los tallarines los domingos. Pero este invento, que este año cumple 70 años en el mercado, está viviendo ahora un nuevo furor apalancado por la cuarentena que trajo un reencuentro con la cocina en muchos hogares.
Es que el encierro, la paralización de la mayoría de las actividades y la necesidad de ahorro de los argentinos propició a acotar los presupuestos y empezar a cocinar desde casa. A raíz de esta tendencia, Pastalinda batió su récord histórico de ventas: «Siempre tuvimos muchísima demanda de nuestros productos, pero el arranque de la cuarentena disparó por tres esta condición. Estamos trabajando de lunes a sábado en dos turnos hasta las 12 de la noche y aun así no llegamos a cubrir ni el 50% de los pedidos. Estamos ante la mayor demanda de la historia desde que nació la fábrica», expresó Jonathan Romero, presidente de Pastalinda en un comunicado de la empresa.
historia de la empresa
Fundada en 1950, a lo largo de toda su historia ha producido más de 2 millones de máquinas para hacer pastas. Lo que hoy es una empresa con 70 empleados y que produce entre 40.000 y 50.000 unidades por año, empezó con un mecánico tano que talló en madera el primer prototipo, muy similar al que todavía se comercializa.
La planta emplea a 70 personas y no llega a cubrir la demanda, que se disparó por la cuarentena.
Augusto Prot llegó a la Argentina proveniente de Sesto San Giovanni, en busca de un mejor porvenir luego de la Segunda Guerra Mundial. En su tierra natal tenía una fábrica productora de máquinas lavadoras y embotelladoras.
Se instaló en Las Heras, incipiente pueblo agricultor en ese momento, y unos meses más tarde llegaron en barco su mujer, sus hijos y hermanas. Desde Italia también venía un generador de energía para fundar lo que sería la primera industria de esa localidad bonaerense.
El nombre surgió de la propia hija de Prot, que al verla destacó lo linda que era. Y, aunque el inventor llegó a ver el éxito instantáneo que generó su Pastalinda, lamentablemente falleció a los pocos años. La empresa entonces quedó en manos de su hija, María Pía Prot, y su marido, Rodolfo Grillitsch, que con 87 y 95 años respectivamente, todavía están involucrados en la empresa y hasta antes de la cuarentena incluso visitaban con regularidad la fábrica.
Ellos fueron los encargados de llevar el timón durante los años 70, época de gloria para la compañía. Pero con el tiempo, el fanatismo se fue diluyendo. Así y todo la empresa siguió remando. En esos días, el sobrino de María Pía y Rodolfo (y bisnieto de Augusto) visitaba la fábrica y se pasaba las tardes fascinado con las máquinas. Johnatan Romero enamorado de la empresa familiar, decidió estudiar Administración de Empresas y finalmente tomó la posta.
En 2017, el joven sobrino lideró una revolución en la empresa, donde se inyectó una inversión de u$s6 millones y se montó una planta nueva en La Paternal. De la tradicional Pastalinda roja nacieron nuevos colores que no sólo la actualizaron como herramienta útil para la cocina de los argentinos sino como objeto de deseo.
Además ampliaron su oferta, sumaron nuevos modelos de máquinas y otros productos relacionados como el «Secapasta» para secar las pastas, la raviolera y diferentes utensilios para facilitar las tareas de la cocina.
Además, sus productos también traspasaron fronteras. Pastalinda exporta a Uruguay, Paraguay, Chile, Perú y Canadá y planea llegar pronto a los Estados Unidos y Europa.